Ciclorruta en calzada en el portal Américas de TransMilenio, Bogotá D.C. (Foto: Guillermo Camacho Cabrera)
Por: Guillermo Camacho Cabrera
Hasta hace algún tiempo reciente, los centros geográficos de las protestas en la cosmopolita Bogotá D.C. eran la Plaza de Bolívar y el eje de la carrera séptima en el centro.
En Bogotá, como en otras partes, el sistema de transporte es un eje estructurante de la ciudad y de lo que hacen sus habitantes en ella. También, acerca a las personas a las centralidades y a la oferta de servicios y equipamientos para beneficio común.
Las jornadas de protesta ciudadana en Bogotá y otras regiones de Colombia están motivadas en el descontento generalizado por la crisis social, económica y de salud que trajo la pandemia por Covid-19.
No es fácil reflexionar sobre el transporte público, despojado de pasiones, preconceptos y como ciudadano. La organización social y la necesidad de desplazarse a través de largas distancias que difícilmente se cubren a pie, hacen que la gente requiera medios de transporte.
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Hace varios siglos la necesidad de transporte la suplían barcas y canoas, especialmente en los terrenos lacustres de la sabana de Bogotá y los alrededores de Cundinamarca y Boyacá. La leyenda de El Dorado dejó huellas de la importancia de la canoa en las expresiones religiosas de los muiscas. Sin embargo, los viajes a pie entre las culturas aborígenes solucionaban gran parte de las necesidades de desplazamiento.
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La llegada de la conquista española trajo al caballo como medio de transporte. El animal permitió suplir el viaje a pie aunque hubo también cargueros, indios esclavizados en la colonia, quienes debían caminar largas distancias por terrenos difíciles, generalmente montañosos, con personas en silletas a sus espaldas.
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La navegación por los ríos facilitó la conexión entre puertos y poblaciones ribereñas pemitiendo el desarrollo del comercio y el transporte de pasajeros y mercancías. Los puertos ribereños fueron nodos de atracción de personas y viajes.
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El tren suplió la necesidad del desplazamiento por tierra a través de largas distancias. La fuerza y capacidad lo hicieron el rey del transporte de carga y pasajeros por muchos años. En Colombia, Don Manuel Murillo Toro, conocido como el padre de las telecomunicaciones, trajo el tren en el siglo XIX, así como el telégrafo.
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Las vías férreas dieron origen al tranvía, que privilegió el transporte de pasajeros al interior de las ciudades. En Bogotá el primer tranvía fue tirado por mulas e hizo parte de la compañía The Bogota City Railway Company fundada por William W. Randall. Los usuarios hicieron una huelga por los frecuentes malos tratos de los que fueron víctimas. Alguna vez Randall golpeó a un joven desatando el enojo de los habitantes de la ciudad, quienes no hicieron uso de este medio de transporte durante tres meses.
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Tiempo después el tranvía fue eléctrico. Su operación fue asumida por la ciudad ya que el Concejo Municipal decidió su compra. En 1948 el asesinato en Bogotá del líder político Jorge Eliecer Gaitán desató la furia de los ciudadanos y una de las olas de violencia más fuertes en la historia de Colombia. El tranvía fue objeto de actos vandálicos por parte de la masa enfurecida. No se recuperó.
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Los buses llegaron a Bogotá, impulsados por motores a gasolina. Eran más versátiles en su desplazamiento y no necesitaban una red férrea para transitar. El modelo de operación con empresas afiliadoras y una explotación económica asumida por privados, con escasos controles por parte del Estado, desembocó en un transporte público deficiente y desorganizado.
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El cienasta colombiano Ciro Durán plasmó para la historia la situación del Transporte Público Colectivo (TPC) en Bogotá a mediados de los años 1980 en su película «La Guerra del Centavo».
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Hoy el transporte público en Bogotá es masivo, integra rutas, tarifas, buses, modos, medios de pago e infraestructura; es accesible y el ente gestor es estatal. TransMilenio es de propiedad del Distrito y lo operan concesionarios privados bajo unas reglas establecidas en los contratos.
La operación y la calidad del servicio están dadas por la planificación que hace el sistema de transporte, la operación en vía y por el comportamiento de los usuarios.
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El Estado provee un servicio que busca ser eficiente para todos, a un precio moderado (un pasaje cuesta el equivalente a menos de un dólar), que espera ser valorado por los ciudadanos, sean estos usuarios del sistema de transporte público o no.
Los usuarios, a diferencia de lo que sucedía con el Transporte Público Colectivo (TPC), con el Sistema Integrado de Transporte tienen un interlocutor a quien elevar sus quejas, peticiones y reclamos.
Entre más fuerte, constante y organizada sea la comunicación entre el sistema de transporte y sus usuarios, mayor va a ser la calidad del servicio de transporte público ofrecida y percibida. La experiencia del usuario cambia en la medida en que es escuchado y validado.
Por considerarlo de interés particular para el tema de la movilidad sostenible, culturavial.net reproduce el Boletín de Prensa de la Secretaría de Movilidad de Bogotá referente al panel sobre el tema, realizado este 14 de octubre en el marco de la Cumbre Mundial de Líderes Locales que se desarrolló en esta ciudad de Sur América del 12 al 15 de octubre de 2016.
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Panel sobre movilidad sostenible en la Cumbre Mundial de Líderes Locales (CGLU), en Bogotá. (Foto: Secretaría de Movilidad)
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