El florero

El florero de Llorente. Crédito: Museo de la Independencia. Casa del Florero. Bogotá, Colombia.

Los floreros permiten trasladar la belleza de las flores desde su entorno natural a los espacios interiores. Sin ellos no sería posible disfrutar de los colores, los aromas, la vida y la naturalidad de las flores en espacios diferentes al campo donde están sembradas, a menos que se logren ubicar las flores sembradas en materas, generalmente transportables.

El florero facilita agrupar flores de diferentes tipos, tamaños y colores además de generar cambios en el paisaje cotidiano, refrescar el ambiente y darles vida a los espacios.

El 20 de julio

Hablar en Colombia del florero un 20 de julio es recordar la historia patria, traer a la memoria lo que aconteció el 20 de julio de 1810 en Santafé (hoy Bogotá), de acuerdo con los historiadores, cuando un grupo de notables criollos exigió, apoyado por el pueblo,  una mayor representatividad en el gobierno local luego de la abdicación del rey Fernando VII de España, puesto preso por Napoleón Bonaparte.

El Florero, que pudo haber sido cualquier otra pieza, fue solo una disculpa, un pretexto para generar contraposición entre criollos y españoles un día de mercado, para originar una alteración en el orden público y presionar al virrey Antonio José Amar y Borbón a constituir una Junta Suprema de Gobierno.

Este acontecimiento se conoce como el Grito de Independencia en Colombia y se recuerda cada 20 de julio, así como se recuerda el florero de Llorente, por ser José González Llorente el dueño de la pieza.

Posterior al Grito de Independencia, el virrey fue puesto preso y enviado a España, al tiempo que se gestaba el movimiento independentista en la Nueva Granada.

La cultura vial y el florero de Llorente 

La cultura vial es un proceso cambiante, un devenir que se sustenta en las interacciones entre los usuarios viales, mediadas estas por símbolos, ritos, códigos y previsiones.

Un grupo de peatones que espera el cambio en el color de la luz del semáforo y la detención de los vehículos para cruzar por un paso de cebra, la lectura de las señales de tránsito, la predicción de un aumento de los riesgos de siniestralidad vial si aumenta la velocidad de un vehículo a motor en sistemas viales carreteros, confirman que las prácticas hacen la cultura vial.

Pareciera que para quienes tienen comportamientos calificados como de riesgo en el sistema vial, necesitáramos tener un florero de Llorente (o tal vez mil), que sirviera de disculpa, de pretexto para llamarles la atención sobre la necesidad de establecer buenas prácticas de seguridad vial.

Es seguro que quienes tienen comportamientos de riesgo en las vías, tal como el virrey Amar y Borbón menospreciaba hace más dos dos siglos a los americanos, menosprecian la seguridad vial.

Ayudar a pasar del menosprecio al aprecio es nuestra tarea. Del desprecio por el otro al aprecio y cuidado de la vida en los sistemas de transporte y de movilidad.

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