
Por: Byron O. Naranjo Gamboa
19/09/2021
Desde Ambato – Ecuador
En las dos décadas finales del siglo XX tomó fuerza un concepto creado para identificar los compromisos que una empresa tiene o asume frente a la sociedad. Aquel concepto pende de tres palabras y establece los andariveles a los que deben sujetarse las organizaciones para ser consecuentes y recíprocas con el medio en el que se desenvuelven.
Nos referimos a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), tema que ha suscitado amplios debates y que cada vez se fortalece más, debido a las connotaciones que alcanza y a los enfoques desde donde se pueden analizarla. No obstante, la amplia interpretación que se puede hacer de la RSE, hay que evitar confundirla con la filantropía que en muchos casos se adopta para merecer la indulgencia de sus congéneres.
No hay duda que la RSE tiene un pedigrí respetable y sus objetivos aparentan ser saludables, pero para llegar a tal compromiso empresarial o corporativo hay que pasar por el ineludible umbral de las singularidades, para lo que nos adentraremos en el marco de la Responsabilidad Social Individual (RSI), abordándolo desde una prospectiva de los actores de la cultura vial.
La Responsabilidad Social Individual es la conducta ética del ciudadano para consigo mismo y con su entorno […] está relacionada con nuestra actitud en el hogar, con nosotros mismos, con nuestra familia, con nuestros amigos, con el ambiente, con el trabajo, con nuestros vecinos y con la sociedad. De aquí se desprende que: Todo lo que una persona hace, repercute en la sociedad.
Poco o nada queda por agregar si estamos precedidos por un contundente Todo. Sin embargo, el proceder de los actores viales nos otorga un espacio de reflexión para pensar: de qué manera podemos construir una sociedad que sea menos difícil de entender, cómo establecer un mundo menos inmundo. La variación de roles que nos corresponde asumir en las calles, en determinado momento (a veces somos peatones, otras veces estamos como conductores, habrá circunstancias que seremos compradores o vendedores, en fin…), nos obliga a proceder de manera ética e ir más allá de nuestras obligaciones para disipar la toxicidad que generan actitudes que caminan en contra vía de la armónica convivencia.
Diario Responsable, en el chat de su edición décimo tercera, se introdujo en la sensibilidad de la RSI, de donde tomamos algunas puntualizaciones que pueden servir de guía para forjar una cultura vial más disfrutable para todos:
- La RSI no es un concepto lejano a la RSE, al contrario, es el elemento que le debe dar combustible y que hace que la RSE tenga sentido. Por lo tanto, la RSI debe ser el pilar de la RSE, no tendremos organizaciones responsables si la sociedad no lo valora
- RSI es sinónimo de transparencia, escucha activa y mejora continua personal
- La clave radica en ir de un desarrollo personal a un desarrollo social; sentirse mejor por un mundo mejor, y no por una casa o un automóvil mejor gracias a un ascenso económico. Para lograr la transformación de la sociedad debemos transformarnos nosotros mismos, y poco a poco se verán los cambios
- No es fácil educar a personas para que sean responsables si esto no va acompañado de sensibilidad por su parte. La persona debe ser un SER HUMANO INTEGRAL, desde ahí su RSI es más clara y espontánea, no contaminada por malas prácticas
Si como actores viales nos miramos en el espejo de la RSI, divisaremos rostros más amigables, y sepultaremos para siempre el egoísmo que es una versión distorsionada de la valía individual que cada quien posee.
Bunas noches
Interesante esa
cacapacitacion
Para. Las. Personas. Con. Discapacidad
Camilo Andres. Rodriquez.
Medina
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