
En las vías hay más buenos que malos ciudadanos. (Foto: Guillermo Camacho Cabrera)
La desesperanza de los buenos se alimenta de las malas prácticas de quienes no son tan buenos ciudadanos o son pésimos actores viales. De los que exceden la velocidad, cruzan los semáforos en rojo, no respetan las señales de PARE, van en contravía o contrasentido, salpican a peatones, ciclistas y motociclistas en días de lluvia y se paran sobre los pasos de cebra, entre otros comportamientos.
Las acciones de los buenos son más, pero son más visibles las acciones de quienes no son tan buenos ciudadanos o son pésimos actores viales. De quienes conducen luego de haber bebido alcohol, de quienes chocan o atropellan a otros, de quienes se enfurecen en la vía, de quienes hacen de su transcurrir en la calle una pesadilla para todos.
Las intenciones de los buenos abundan, pero parece que fueran más abundantes las de quienes no son tan buenos ciudadanos o son pésimos actores viales. Con sus intenciones multiplicadas por mil, por cien mil a través de las redes sociales o los medios masivos de comunicación alimentan la desesperanza de los buenos. Vehículos mal parqueados en las vías, infracciones de tránsito, conductores sancionados, son fáciles de encontrar en la cultura vial de las ciudades.
Y aquellos que no cometen infracciones, que respetan los semáforos, que parquean bien, ¿donde están? ¿Quienes conducen sin haber bebido, respetan al peatón, al ciclista y al motociclista, son cuidadores de la atención a las normas y no exceden la velocidad ¿cuándo los vemos?
¿Valdrá la pena visibilizar socialmente a un conductor prudente? ¿A quién respeta la norma? ¿A quien convive pacíficamente en la vía?
Las culturas viales como expresión de cada población o idiosincracia tienen la respuesta. Ellas y los medios de comunicación que las rodean y que las conforman.