
Por: Byron O. Naranjo Gamboa
28/07/2022
Desde Ambato – Ecuador
Las calles, a más de permitir el desplazamiento de personas y vehículos de un lugar a otro, son escenarios permanentes para que la gente exteriorice sus pensamientos, sentimientos y emociones en diferentes lenguajes.
Aunque la mayor parte de las actividades que se exponen en las calles denotan el interés por una utilidad económica, se pueden tamizar esas manifestaciones y rescatar aquellas que inciden de manera directa en la gestación de la cultura vial. De entre lo recuperable de ese gran escenario tenemos las expresiones artísticas que cada vez se incrementan, pero con una orientación fugaz hacia lo hilarante, en espera de la dádiva de uno que otro conmovido ciudadano.
La oferta es diversa y la competencia por captar la atención es extensa, pero no por eso se puede calificar como arte a todas las prácticas sociales que saltan de manera espontánea en cualquier esquina, mientras un semáforo obliga a pausar el recorrido. Tampoco se trata de discriminar entre una muestra exquisita y una presentación modestamente concebida, lo que se busca en estos avatares es identificar aquellas actividades que favorezcan las relaciones sociales, que mejoren el ánimo, que hagan suspirar el cerebro de quienes coinciden en un determinado tiempo y espacio como actores o como espectadores. Si hay algo de eso, también hay algo de arte.
Son esos detalles los que hacen que lo artístico tenga un efecto transformador en la sociedad, por eso se ha dicho muchas veces que quien es tocado por el arte ya no vuelve a ser lo mismo. Si estas bondades que ofrece el arte las canalizamos a propósitos concretos, a objetivos mayores, a una línea de acción en la vida pública estaremos ingresando en el campo del artivismo, que es el vínculo entre arte y activismo y sirve para sensibilizar, movilizar y derrotar a la apatía que ha colonizado a gran cantidad de gente.
En la calle se ha visto, por ejemplo, a mimos que llaman la atención de los conductores que no tienen puesto su cinturón de seguridad, hay otros artistas populares que se valen de su ingenio para poner en evidencia a los peatones cuando no cruzan por las zonas señalizadas para avanzar; por ahí como que ya se quiere prender la chispa del artivismo, pero se deben superar esos chispazos e ir hacia propuestas contundentes que impregnen en el alma de las personas la cultura vial favorable a la convivencia humana.
Esos artistas que se han volcado a las vías en donde cambian su talento por monedas o insultos, deberían ser respaldados por instituciones de cualquier índole (las que controlan el tránsito y las que dicen que educan son las llamadas a tomar la iniciativa) y trabajar agendas con temas relacionados a la seguridad vial para que se presenten en el formato que caracterice a cada expresión artística y se los replique en todos los espacios que sean posibles.
La empresa privada, mediante una acción de responsabilidad social, podría apoyar el artivismo vial y brindar algún incentivo económico para que estos artistas se concentren en el mensaje que están transmitiendo y no se preocupen por recoger las monedas que a veces caen de las manos del conductor de un vehículo todo terreno y nada me importa.
Los mismos artistas pudieran tomar la iniciativa de la organización, plantear sus agendas artivistas y comprometer el respaldo del Estado a través de sus instancias competentes (porque las incompetentes definitivamente no entran aquí ni en ninguna parte).
Los llamados medios de comunicación deberían mostrar su compromiso cívico con la sociedad, de la que usufructúan, y generar por su cuenta alternativas como la que aquí se sugiere; porque hay mucho arte desparramado en las calles, recuperarlo y ponerlo al servicio de la cultura vial sería lo ideal…